Mi loft en Coruscant

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martes, 12 de enero de 2010

HUMO

A las 11 de la mañana y despues de tres horas estudiando, para entrar en mi habitación se necesita o bien máscara de gas o bien ponerse uno de los avatares que tengo en la puerta para sobrevivir en un mundo pestilente y ahumado con atmósfera cero.
Esto que es bastante repugnante en sí, por desgracia es estrictamente cierto. Me pongo a estudiar y lo primero es encender un cigarrillo, que dejo en el cenicero y que se me olvida que está ahí, por lo que en breves segundos tengo que encender otro con objeto de saciar el ansia nicotínica que se me ha creado al haber dado un par de breves caladas al primero. Hay veces que me enciendo un cigarro y compruebo entre acojonado y divertido que el anterior sigue encendido y entero en el cenicero y ya tengo dos en marcha, uno para cada pulmón.

Si nadie lo remedia, pronto entrará en marcha la nueva prohibición del gobierno éste de las libertades. No se podrá fumar en ningún espacio público. Cojonudo. Están todos los no fumadores haciendo palmas con las orejas. Yo como siempre, y dado que soy muy respetuoso con las prohibiciones y con los derechos de los demás, cumpliré estricta y educadamente con la nueva normativa. Eso sí. Espero que no me pidan que siga haciendo lo mismo que hasta ahora. De ahora en adelante el café me lo tendré que tomar exclusivamente en un sitio con terraza. Los que vayan conmigo, estarán obligados a acompañarme en la terraza, pudiéndo elegir libremente si deciden abandonar mi compañia, ya sea temporal o definitivamente, ya que acarreo tal tipo de limitaciones cafetiles y por lo tanto habré dejado de ser la estupendísima compañia que soy ahora.
De igual forma, ya no tendrá nada de divertido una cena entre amigos en un local cerrado. Salir escopetado sin poder esperar al postre para fumarme un cigarro a la intemperie no será plato de buen gusto para nadie. Seguramente acudiré a las dos primeras cenas, luego ya me inventaré todo tipo de extrañas enfermedades para no tener que acudir a un sitio dónde ya no estaré cómodo. Casí me da risa imaginar, para terminar, un club o discoteca dónde no se pueda fumar. Ahí si que no aguanto ni quince minutos. Maldita la gracia que tiene un sitio cerrado, lleno de gente, con música horrible a toda mecha y luces estroboscópicas mareantes para encima tener que estar mordiéndote el carrillo por dentro debido a las ansias fumadorciles. Yo ya no, gracias.
Eso sí, seremos muchísimos, majetes y solidarios. Amistades como las del cigarro a la puerta de la empresa se multiplicarán en los bares y restaurantes, haremos causa común, y en los sitios dónde si esté permitido fumar expulsaremos al humo a mala leche en la cara de al que más le vaya a molestar (a los avinagrados se les ve desde lejos), y seguramente ligaremos taco entre nosotros y crearemos un nuevo club selectivisimo sólo para personas a las que el aliento les huela a cenicero. Y veremos extasiados cómo nuestra cultura de bar se va a tomar por culo definitivamente sin que nadie haga nada por evitarlo. O ¿es que alguien piensa que son los no fumadores los que mantienen nuestra costumbre de cañita a mediodia o cafelito a media tarde? No.
En fín, otra medida que beneficiará muchísimo a la hostelería, ese sector tan poco castigado por la crisis. Qué modernos y civilizados que vamos a ser.
P.D. Desde la última y efectivisima ley del tabaco, el número de fumadores en España ha aumentado en 300.000. Estas cosas funcionarán en Yanquilandia o en Uropa, pero aquí si nos prohiben algo, nos tocan los cojones y duplicamos el consumo. Así que vamos preparándonos para una España 100% fumadora. El paraiso.
Me voy a encender un cigarro.

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